En «Mil mesetas» Gilles Deleuze hace algunos comentarios interresantes sobre la pintura, la forma, la materia. Acá compartimos con ustedes algunos de estos comentarios.
«Si hay una edad moderna, esa es sin duda la de lo cósmico. Paul Klee se declara antifaustiano, ―yo no amo los animales y a todas las demás criaturas con una cordialidad terrestre, las cosas terrestres me interesan menos que las cosas cósmicas. El agenciamiento ya no se enfrenta a las fuerzas del caos, ya no se hunde en las fuerzas de la tierra o en las fuerzas del pueblo, sino que se abre a las fuerzas del Cosmos. Todo esto parece de una extrema generalidad, y, como hegeliano, hablaría de un Espíritu absoluto. Sin embargo, es, debería ser técnica, sólo técnica.
La relación esencial ya no es materias-formas (o sustancias-atributos); ni tampoco es desarrollo continuo de la forma y variación continua de la materia. La relación se presenta aquí como una relación directa material-fuerzas. El material es una materia molecularizada, y que como tal debe ―captar fuerzas, que sólo pueden ser las fuerzas del Cosmos. Ya no hay una materia que encontraría en la forma su principio de inteligibilidad correspondiente. Ahora se trata de elaborar un material encargado de captar fuerzas de otro orden: el material visual debe captar fuerzas no visibles. Hacer visible, decía Klee, y no hacer o reproducir lo visible. En esta perspectiva, la filosofía sigue el mismo movimiento que las demás actividades; mientras que la filosofía romántica todavía invocaba una identidad sintética formal que aseguraba una inteligibilidad continua de la materia (síntesis a priori), la filosofía moderna tiende a elaborar un material de pensamiento para capturar fuerzas no pensables en sí mismas. Es la filosofía-Cosmos, a la manera de Nietzsche. El material molecular está incluso tan desterritorializado que ya no se puede hablar de materias de expresión, como en la territorialidad romántica. Las materias de expresión son sustituidas por un material de captura. Como consecuencia, las fuerzas a capturar ya no son las de la tierra, que todavía constituyen una gran Forma expresiva, ahora son las de un Cosmos energético, informal e inmaterial. El pintor Millet llega a decir que, en pintura, lo fundamental no es lo que transporta un campesino, por ejemplo, un objeto sagrado o un saco de patatas, sino el peso exacto de lo que transporta. Es el giro posromántico: lo esencial ya no está en las formas y las materias, ni en los temas, sino en las fuerzas, las densidades, las intensidades. La tierra bascula, y tiende a valer como el puro material de una fuerza gravífica o de gravedad. Quizá habrá que esperar a Cezanne para que las rocas ya sólo existan por las fuerzas de plegamiento que captan, los paisajes por fuerzas magnéticas y térmicas, las manzanas por fuerzas de germinación: fuerzas no visuales y que, sin embargo, se las ha hecho visibles. Al mismo tiempo que las fuerzas devienen necesariamente cósmicas, el material deviene molecular; una fuerza inmensa actúa en un espacio infinitesimal. El problema ya no es el de un comienzo, ni tampoco el de una fundación-fundamento. Ha devenido un problema de consistencia o de consolidación: ¿cómo consolidar el material, hacerlo consistente, para que pueda captar esas fuerzas no sonoras, no visibles, no pensables?»