En el siguiente fragmento de «Por el camino de Swann» de «En busca del tiempo perdido» del escritor francés Marcel Proust, se hace una referencia a la obra de Pieter de Hooch, pintor neerlandés del 1600.
«Al entrar, la señora le enseñaba unas rosas qué él mandó aquella mañana, diciéndole que lo iba a regañar, y le indicaba un sitio junto a Odette, mientras el pianista tocaba, dedicándosela a ellos dos, la frase de Vinteuil, que era como el himno nacional de sus amores. La frase empezaba por un sostenido de trémolos en el violín, que duraban unos cuantos compases y ocupaban el primer término, hasta que, de pronto, parecía que se apartaban, y como en un cuadro de Pieter de Hooch, donde la perspectiva se ahonda a lo lejos por el marco de una puerta abierta, allá en el fondo, con color distinto y a través de la aterciopelada suavidad de una luz intermedia, aparecía la frase, bailarina, pastoril, intercalada, episódica, como cosa de otro mundo distinto. Pasaba sembrando por todas partes los dones de su gracia; los pliegues de su túnica eran sencillos e inmortales, y llevaba en los labios la misma sonrisa de siempre; pero en ella parecía que Swann percibía ahora un matiz de desencanto, como si la frase conociera lo vano de la felicidad, cuyo camino mostraba a los hombres. En su gracia ligera había algo ya consumado, algo como la indiferencia que sigue a la pena. Pero poco le importaba, porque no la consideraba en sí misma en lo que podía expresar para un músico que ignorara la existencia de Swann y de Odette cuando la creó, para todos los que la habrían de oír en siglos futuros, sino como una prenda y recuerdo de su amor, que hasta al pianista y a los Verdurin les hacía pensar en Odette, al mismo tiempo que en él, y que les servía de lazo; hasta tal punto que, cediendo al capricho de Odette, renunció a su proyecto de pedir a un músico que le tocara la sonata: entera, y siguió sin conocer más que aquel tiempo «¿Qué necesidad tiene usted de lo demás? —le había dicho Odette—. El trozo nuestro es ése.» Sufría al pensar que la frase, cuando pasaba tan cerca y tan por lo infinito al mismo tiempo, aunque era para él y para Odette, no los reconocía y lamentaba que tuviera una significación y belleza intrínseca y extraña a ellos, lo mismo que sentimos que el agua de una gema que regalamos, o los vocablos de una carta de la mujer amada, sean algo más que la esencia de un amor fugaz o de un ser determinado.»