En este libro del año 1903, Rainer Maria Rilke, el poeta, escribe sobre Auguste Rodin, el escultor.
Compartimos con ustedes algunos fragmentos de esta obra.
Rodin
Rainer Maria Rilke
El tributo del poeta a un gran escultor
«Los escritores trabajan con palabras,
los escultores con acciones»Pomponius Gauricus,
De Sculptura (circa 1504)
«El héroe es aquel que permanece
inalterablemente centrado»
Emerson
Si miramos atrás, desde la escultura de la Edad Media hasta la Antigüedad, y desde ahí hasta los orígenes del tiempo, ¿no parecería que el alma humana siempre hubiera anhelado, particularmente en momentos decisivos, un arte que ofreciera más que palabra e imagen, más que parábolas y apariencias, que reflejara sus deseos y ansiedades?
La última gran época de la escultura fue el Renacimiento, una época en la que la vida experimentaba una renovación, cuando el misterioso rostro de la humanidad fue descubierto de nuevo; un tiempo que hizo posibles los grandes gestos.
¿Y ahora? ¿Es posible que haya llegado otra época que demanda esta forma de expresión, una época que exige una interpretación fuerte y perspicaz de aquello que era confuso y enigmático? He aquí una labor tan grande como el mundo.
Y al hombre a quien fue encargada era desconocido, sus manos buscando pan ciegamente. Estaba complemente solo, y si hubiera sido un verdadero soñador, hubiera soñado profunda y hermosamente, hubiera soñado algo que nadie más hubiera comprendido, alguno de aquellos sueños interminables en los que la vida pasa como un día.
Pero este hombre joven, que se encontraba en ese momento trabajando en la fábrica de Sèvres, fue un soñador cuyo sueño pasaba por sus manos, y empezaría de inmediato a hacerlo realidad. Tenía cierta idea de cómo empezar; una calma interna le enseñó el camino de la sabiduría.
Su profunda armonía con la naturaleza era evidente incluso en aquel periodo, esa armonía tan bien descrita por el poeta Georges Rodenbach, quien llama sencillamente a Rodin una fuerza de la naturaleza. Cuando los escasos amigos a su alrededor lo incitaban y desafiaban, Rodin respondía: «Uno no debe nunca precipitarse».
Su arte no se basó en una gran idea, sino más bien en la fuerza de una humilde y concienzuda ejecución, en algo realizable, en la habilidad. No existía en él la arrogancia. Se entregó con devoción a esta modesta y difícil belleza que podía contemplar, emplazar y juzgar. El resto, la grandeza, sólo vendría cuando todo lo demás estuviera terminado, así como los animales van a beber cuando la noche ha concluido y ya no hay cosas extrañas en el bosque.
Rodin nunca dejó de pensar en sí mismo como un principiante. Nadie conocía sus obras; tenía pocos amigos y aún menos en quienes pudiera confiar. Protegida detrás de los esfuerzos que la sostenían, su obra continuaría creciendo, esperando su momento.
Leía mucho. La primera lectura de la Divina comedia de Dante fue una inmensa revelación. Vio los cuerpos sufrientes de otra generación. Vio, a lo largo de incontables días, un siglo despojado de sus vestidos, y reconoció el gran e inolvidable juicio del poeta sobre su época. De Dante pasó a Baudelaire.
Allí no había ningún tribunal enjuiciador, ningún poeta ascendiendo al cielo de la mano de una sombra. Aquí, por el contrario, había un simple ser humano, un simple mortal que sufría como todo el mundo, levantando su voz por encima del estruendo, como si nos salvara a todos de la destrucción.
Después de años de trabajo solitario, emergió con una de sus obras. Era una pregunta lanzada al público, que respondió de forma negativa. Así que Rodin se encerró de nuevo en sí mismo durante trece años. Estos fueron los años en los que, esforzándose en la oscuridad, evolucionó hasta convertirse en un maestro, adquiriendo un dominio completo de su arte, trabajando, pensando y experimentando de manera constante, sin recibir influencias de su tiempo, que no se fijaba para nada en él.
Quizá fue precisamente esta la razón de que todo su desarrollo avanzara con esa imperturbable serenidad, que le daría más tarde una tremenda confianza en sí mismo cuando lo atacaban, cuando su obra se convirtió en objeto de crítica. Cuando los otros empezaron a dudar de él, él ya no tenía ninguna duda sobre sí mismo. Todo eso quedaba atrás.
Su destino ya no dependía del reconocimiento ni de los aplausos del público. Rodin era inmune a las voces del mundo exterior. No existía ningún halago que pudiera hacerle equivocarse, ninguna censura que pudiera confundirlo. Como Parsifal, su obra ganó en pureza, solo consigo misma y con una naturaleza inmensa y eterna. Su obra misma le hablaba, era invencible porque llegó al mundo madura.
Ya fuera el primer impulso fruto de algún material, que la fuente de inspiración fuera una leyenda antigua, parte de un poema o una escena histórica, una vez Rodin empezaba a trabajar el material éste se transformaba progresivamente en algo objetivo y sin nombre.
Este proceso de transformar el material se anticipaba a menudo en sus dibujos.
Rodin también se expresaba a través de ellos, y esto es lo que convierte a los bocetos (de los que existen varios cientos) en revelaciones independientes y originales de su individualidad.
Esta práctica de reproducir el tema primero en dibujos formaba una parte importante de los lentos y cuidadosos preparativos que Rodin seguía para sus retratos.
Aunque resulte en verdad inapropiado ver en su escultura una forma de impresionismo, esta abundancia de sensaciones, y la manera tan precisa y osada en que han sido reunidas, le proporcionan una riqueza de material desde donde selecciona lo que es importante y esencial, para así agruparlo todo en una síntesis madura.
La mascarilla de El hombre con la nariz rota fue el primer retrato creado por Rodin. Su particular manera de trabajar los rostros está ya totalmente desarrollada en esta obra temprana. Encontramos su devoción sin límites por lo que estaba ante él, su reverencia por cualquier línea trazada por el destino, su confianza en la vida, que crea incluso allí donde desfigura. Creó El hombre de la nariz rota con una especie de fe ciega, sin preguntar quién era el hombre al que retrataba.
Si les interesa leer algunos poemas de RAINER MARIA RILKE, pueden hacerlo en este enlace: poemas de Rilke.